Dejad paso a Haneke. El austriaco es del estilo de Cronenberg y compañía: de esos tíos que pueden coger el guión de 'Qué bello es vivir' y convertirlo en un thriller para mayores de 18 sin que te cosques. El caso es que el argumento de 'Amor' evoca películas tan emotivas como 'Umberto D' o 'Dejad paso al mañana' y, claro, resulta un poco retorcido de entrada que un material así lo aborde un tipo como Haneke, capaz de mantener un plano-secuencia con una mujer moribunda durante casi 10 minutos, como hizo en 'Funny games'.
Por suerte, Haneke no juega al sentimentalismo, él va por otro lado. Él muestra el amor de forma menos idealizada, más realista y, quizá por ello, más efectiva. Es la antítesis de la sensiblonería lo que ha hecho este hombre aquí: empiezas a ver 'Amor' con interés, la sigues con algo de confusión y la terminas con un nudo en el estómago. Es una película sobre el amor que no busca hacerte sentir, busca hacerte pensar. O sea, que Haneke, haga lo que haga, sigue tratando las cosas de forma clínica, como él hace, inyectándole savia nueva al género.
Haneke confía en que tengamos clara nuestra noción de 'amor', y confía en que saquemos de su obra la perenne lección de que no somos nadie para juzgar las formas que este sentimiento adopta, ni las resoluciones que, siempre en base a él, se toman. Queda pues, pensar, que el amor es probablemente la emoción más insondable y compleja que tiene el ser humano, y que apenas llegaremos a conocerla en su vasta extensión. La forma de amor de los dos abuelos de la película yo no la conozco, y no puedo más que admirarla, y admirar a Haneke por cómo la lleva al cine, con valentía y sinceridad.
Una película inquietante, turbadora, lenta, opaca y, finalmente, lírica. No le costará mucho mantenerse entre las 5 o 6 mejores películas del 2012.